Realizado
por, Morrás, J.
En
colaboración con, Carreño, G. Chapa, I. Montoya, F.
En la actualidad el consumo
en las ciudades representa dos terceras partes del total del consumo mundial y las
proyecciones para el 2030 dicen que esta fracción ascenderá a tres
cuartas partes de la energía global consumida (IEA, 2008). Hemos
generado una sociedad que crece y se desarrolla a un ritmo
desorbitado. Los núcleos de población se extienden por kilómetros,
albergando millones de habitantes.
Por otro lado la contaminación atmosférica asociada al cosumo de energias fosiles se ha convertido en el problema de salud provocado por el entorno más importante de nuestros días, de una magnitud casi comparable al tabaquismo en cuanto a su impacto en el conjunto de la población. La contaminación atmosférica es el riesgo ambiental que afecta hasta el 100% de la población desde el nacimiento hasta la muerte. Los vehículos a motor son en la actualidad los principales responsables de la deficiente calidad del aire de las ciudades, sobre todo los vehículos que funcionan con combustible diésel, debido a la generación de partículas finas y ultrafinas de características fisicoquímicas altamente tóxicas procedentes de la combustión. Barcelona y otras ciudades españolas pertenecen a las zonas urbanas más contaminadas de Europa occidental, y ni siquiera cumplen las laxas regulaciones europeas.

En el caso del barrio de Porta, en en un reciente estudio publicado por el ayuntamiento de Barcelona, las calles Meridiana, Ronda del Mig y Valldaura aparecen con elevados valores de contaminación. Son precisamente en estas vias donde tenemos ubicados la mayoria de centros educativos de nuestro barrio. Mirar entrada http://avvporta.blogspot.com.es/2015/04/9-centres-educatius-de-porta-es.html
El
gran problema con el que nos encontramos es de base: tenemos un
sistema energético que ha crecido con la premisa equivocada de que
las fuentes de energía disponibles para nuestro consumo son
infinitas. La necesidad de crecimiento y la energía barata provocan
la expansión de las ciudades produciendo desplazamientos de largas
distancias. La misma energía que permite la vida en
las ciudades está generando recientemente consecuencias palpables en
nuestro medio ambiente. Además, las desigualdades sociales también están
presentes,
de
manera que aproximadamente el 30% de la población mundial consume el
80% de la energía a costa del bienestar del resto (V. SMIL, 2010).
El caso de Barcelona
Tratar el binomio ecología y ciudad significa, entre otras
cosas, referirse a la ciudad como sumidero de recursos energéticos y materiales
y como máquina productora de desechos, por lo que es importante conocer el
ciclo de los flujos que se producen en la ciudad, su metabolismo. (P. Borderias 2011)
Consumo energético
Para poder evaluar consumo de energía de la ciudad de Barcelona, se ha estudiado el análisis del “Plan
de energía, cambio climático y calidad del aire de Barcelona”
(PECQ 2011-2020), obteniendo los datos siguientes:
- El consumo de energía final en Barcelona és a dia
de hoy 17.001,78 Gwh
- Diferenciandolo por sectores con unos valores de: 29,9% terciario;
27,9% residencial; 24,1% transporte, 17,2% industrial; 0,8% otros.
- Por otro lado
como se observa en la Fig. 1, la distribución de energía final tiene como principal consumo la energía electrica.
Otro dato interesante lo obtenemos del ratio de consumo de energía final por habitante y
año Sorprende la diferencia entre la media de un ciudadano
barcelonés y uno español, que consume prácticamente 2,5 veces más
que el primero. Podemos explicar este hecho porque la compacidad de
las ciudades (que se da en tejidos urbanos densos) lleva asociada una
reducción en el consumo de las mismas debido al verse reducido el
transporte privado. Por otro lado, también es determinante la
situación geográfica dado que las condiciones climáticas de una
ciudad mediterránea son más favorables reduciendo los consumos en
hinvierno en climatización.
|
BARCELONA
|
ESPAÑA
|
CONSUMO
ANUAL HABITANTE (MWh) |
10,52
|
25,47
|
Generación energética.
En 2008, de
toda la energía consumida, un 31,05% fue generada en Barcelona. Concretamente, se generaron 5.243,2 GWh de electricidad
y 52,4 GWh de energía solar térmica. La mayor parte de la electricidad se generó en centrales de ciclo
combinado situadas en el Besòs-Fòrum (4.728 GWh) y centrales de
generación térmica convencional en Sant Adrià. (179 GWh.) La
fracción de energía eléctrica producida mediante energías
renovables (fotovoltaica, biogás de residuos y mini hidráulica en
la
Trinitat)
ascendió a 44,13 GWh. Si agregamos esta cifra a los 52,4 GWh de
energía solar térmica se alcanzan los 96,53 GWh, que representan
cerca de un 2% de la generación de la ciudad.
Balance energético
Los datos recopilados
permiten elaborar el balance resultante que muestra la Fig. 4. A
pesar de que casi un 70% de la electricidad se produce ya en la
propia ciudad, la importación energética global representa dos
terceras partes de la energía consumida, comportándose de este modo
como un sumidero en el mapa energético catalán.
Estrategias de reducción del consumo energético
en el sector residencial de la ciudad. Propuestas de intervención en el Uso y la
Gestión.
Información
y concienciación
Si
nos fijamos en el ratio de consumo de energía final por habitante y
año, sorprende la diferencia entre la media de un ciudadano
barcelonés y uno español, que consume prácticamente 2,5 veces más
que el primero. Podemos explicar este hecho porque la compacidad de
las ciudades (que se da en tejidos urbanos densos) lleva asociada una
reducción en el consumo de las mismas debido al verse reducido el
transporte privado. Por otro lado, también es determinante la
situación geográfica dado que las condiciones climáticas de una
ciudad mediterránea son más favorables reduciendo los consumos en
hinvierno en climatización.
La
evolución en el consumo energético por habitante tuvo su máximo en
2005, con 11,90 MWh año, aunque desde entonces ha sufrido un ligero
descenso provocado principalmente por el impacto de la crisis
económica.
Si
queremos alcanzar una reducción de consumo superior al 50% en los
tejidos urbanos, el uso y la gestión ha de ser el primer factor a
tener en cuenta. Esto se debe a que, en muchos casos, si no existe un
previo tratamiento de la energía los ahorros en eficiencia
energética conducen al llamado “efecto rebote” (Fig. 6.)
Por
ejemplo, analicemos el caso de la inversión para una caldera
eficiente. Si ésta se dimensiona teniendo en cuenta los consumos
actuales y, con la mejora en el uso y la gestión, se consigue una
reducción sensible de la demanda, resultará que la nueva caldera
estará sobredimensionada y, consecuentemente, el sistema no tendrá
una eficiencia óptima. En muchos casos, invertir en una caldera
eficiente acabará generando más consumo porque el usuario se lo
puede permitir.
Según
el informe Sirena 2010,
después de hacer una prueba piloto en la ETSAV se demostró que existe un gran potencial de ahorro con mejoras
relacionadas con la gestión (Fig. 7). Según datos del informe GTR,
éstas medidas pueden llegar a mejorar el consumo energético en un
20% aproximadamente.
Las
actuaciones en el uso y la gestión no son aplicaciones técnicas
concretas que afectan a elementos constructivos o instalaciones del
edificio. Los principales instrumentos para actuar sobre el uso y la
gestión son la información y concienciación, las medidas
impositivas y los sistemas de gestión inteligentes.
Primero
de todo, es importante resaltar que aunque pueda parecer que este
tipo de medidas son más rentables económicamente debido a que no
están ligadas a una inversión inicial, en muchos casos son
difíciles de llevar a cabo. Esto se debe a que los usuarios y los
gestores de la energía, a día de hoy, no tienen voluntad en la
reducción del consumo. La desinformación en esta materia dificulta
la modificación de las costumbres y hábitos de consumo de la
población.
Para
empezar, hay que tener en cuenta que los consumidores toman
decisiones que no están basadas exclusivamente en un racionalismo
económico puro. Por el otro, su receptibilidad puede diferir según
si se trata de una familia, una comunidad de vecinos o de los
empleados de un negocio, porque el compromiso, la conformidad o el
altruismo, entre otros factores, pueden llegar a ser muy diferentes
en cada caso. Por lo tanto, aunque la inversión en instalaciones sea
baja, sí que es necesaria una alta implicación del personal de
mantenimiento y de la comunidad en general, así como el soporte y
liderazgo de las instituciones.
Medidas
impositivas
En
las propuestas de uso y gestión, las acciones formativas y
sensibilizadoras se combinan con acciones impositivas que afectan
exponencialmente al precio de la energía cuando el usuario realiza
consumos excesivos. Según el informe GTR 2012,
se considera que las ganancias generadas por las medidas impositivas
se podrán utilizar para cubrir los requerimientos sociales de
consumo de energía, por ejemplo invirtiendo en eficiencia para
subsanar la pobreza energética.
Actualmente,
existen tres facturas principales asociadas a los edificios: la
Hipoteca, el Impuesto sobre los Bienes Inmobiliarios y la factura
energética. Según el estudio promovido por Climate Strategy &
Partners, 2010,
la factura energética es la más adecuada para aplicarle medidas
impositivas por su relación directa con la energía consumida y
porqué es la factura de más fácil entendimiento por parte del
consumidor.
Sistemas
inteligentes
Por
último, los sistemas inteligentes también pueden ayudar a la
reducción del consumo mediante la monitorización y gestión de los
equipamientos. Éstos se encargan de procesar grandes volúmenes de
datos extraídos en un sistema auxiliar de medición. Se implementa
una red de sensores y comunicación que permite identificar y medir
las actividades de consumo que se están llevando a cabo. A su vez,
los datos recogidos son convertidos en información sencilla, al
alcance del usuario, para su correcta gestión. Las empresas de
servicios energéticos (ESCO/ESE) pueden hacerse cargo de estos datos
y de su gestión, asumiendo los riesgos financieros y tecnológicos,
en lugar del usuario o del municipio. Según la hoja de ruta del IDAE
2012,
los servicios más comunes que se realizan mediante sistemas
inteligentes son el control del agua, del aparcamiento, del
alumbrado, de la regulación de la luz y de la regulación de la
temperatura.
A
pesar de que los sistemas inteligentes puedan formar parte, en el
futuro, de las actuaciones para la reducción del consumo energético,
las medidas impositivas y en mayor parte la información y gestión
han de ser los ejes principales ha trabajar. Hay que tener en cuenta
que como indica Manu Fernández en el artículo publicado en el 2011 sobre las Smart Cities, se trata de tecnologías que no son neutras
ni independientes del uso que hagamos de ellas. No nacen sin
significado social ni son ajenas al mundo ni a los responsables que
las diseñan y las aplican. La solución mediante sistemas
inteligentes deberá ser evaluada con sumo cuidado, sino correremos
el riesgo, como nos avisa José Fariña, 2012,
que los ciudadanos y ciudadanas del siglo XXI tengan que comprar una
ciudad nueva a alguna empresa privada.
Conclusión
La
intensidad social, comercial e industrial ha transformado las grandes
ciudades en sumideros de energía y fuentes de contaminación
inaceptables para el futuro del planeta Tierra. Aun usando la mejor
tecnología disponible, la concienciación de sus habitantes ha de
jugar un papel clave para acabar con los consumos innecesarios de
energía. Los ciudadanos estamos obligados a optimizar la demanda de
energía mediante el uso y la gestión eficiente de los edificios
porque sino recibiremos las consecuencias no sólo ambientales sino
también económicas. Pequeñas acciones en los edificios que
reduzcan la demanda pueden generar grandes cambios en las ciudades
teniendo en cuenta que actualmente no se puede cubrir toda la
generación de electricidad necesaria mediante energías renovables.
En
este binomio ciudad-energía existe una ley de escala que demuestra
que las ciudades compactas pueden llegar a ser más eficientes que
otras con menor densidad, provocado por la reducción de la demanda
de transporte en la accesibilidad a los servicios básicos y al
trabajo. De todos modos, las ciudades que no son planteadas
eficientemente siempre acabarán teniendo el mayor de los consumos
posibles a medida que su población aumente.
Para que el cambio sea real necesitamos nuevas políticas que fomenten la formación y concienciación para fomentar el aprovechamiento de los recursos. Mediante un uso racional reduciremos gastos inutilies y superficiales que no aportan mejoras significativas en la calidad de vida. Por ello, hay que tener presente que la población humana y la economía necesitan soluciones a escala humana que nos ayuden a hacer más con menos.
REFERENCIAS
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(PECQ
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